Stream – Ana María Millán. Victor Albarracin

Stream – Ana María Millán.

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Esta es la historia de un grupo de animales marinos que escapan de un parque acuático en el que son, de distintas maneras, esclavizados. Los animales atraviesan ductos y rompen una pared que les permite llegar a mar abierto en medio de una tierra estéril y desolada. Es también la historia de una persecución, de un derrame de petróleo en el mar y de la respuesta de una mujer, entrenadora de un tiburón en este mundo marino artificial, que ocupa parte de su tiempo en la militancia activista por la conservación medioambiental. Por último, es la historia del hallazgo de una suerte de mundo prometido, aún floreciente, en los confines de un planeta sin esperanza.

Bajo estas historias, más que un guión, se encuentran las posiciones y la capacidad narrativa de un grupo de artistas que, hace poco más de un año, fueron invitados a realizar una expedición marítima de dos semanas alrededor de las Islas Solomon. Esta expedición, propuesta y financiada por una institución austriaca, hace parte de un programa que busca generar pensamiento crítico y activaciones artísticas y políticas en torno al impacto del calentamiento global sobre los océanos del mundo. Millán participó de este proceso y convivió dos semanas en un barco con otros artistas, curadores y escritores con quienes desarrolló la historia a partir de un ejercicio colectivo de juego de roles.

Una buena parte del trabajo que Ana María Millán ha hecho en los últimos años está relacionada con los juegos de rol, con la identidad que los jugadores asumen tras darles forma a sus personajes y con las negociaciones, políticas (como toda negociación), que se activan a partir de las conversaciones que tienen lugar en el universo temporalmente configurado por el mutuo acuerdo de quienes se reúnen a jugar. Trascendiendo el espacio del tablero de juego y las dinámicas cerradas que se impusieron tras la popularización de formatos como el de Calabozos y Dragones, a finales de los años 70, Millán ha explorado las posibilidades del LARP (Live Action Role-Playing), donde el espacio, la duración y las condiciones que dan forma a la ficción que articula el juego se extienden, involucrando operaciones corporales, acciones en la ciudad, diseño de vestuarios y procesos grupales de improvisación, donde los bordes y las interacciones con “la vida real” se hacen mucho más ambiguas, generando contaminaciones cruzadas entre el escenario del juego y las dinámicas sociales de producción de realidad que históricamente se han opuesto a las narrativas del juego de rol, invariablemente confinado al terreno de la pura “fantasía”.

“A partir de las interacciones con grupos de larpers, pre-existentes o constituidos para un proyecto específico, Ana María ha producido junto a un equipo de diseñadores y animadores un conjunto de animaciones surreales, coloridas y de narrativas quebradas que siempre dan la impresión de representar un mundo alucinante que opera bajo leyes que trascienden las lógicas operativas del antropoceno. “Estas animaciones están siempre cargadas de personajes híbridos, en parte humanos y en parte animales, plantas o piedras. Historias que presentan relaciones articuladas por la comunicación telepática, por la expresa movilidad de unas plantas que siempre parecerían bailar o agitarse convulsas y por la emocionalidad lumínica de los astros que responden con destellos o sombras a las situaciones que se narran en la historia. Estos nuevos mundos temporales presentados en las animaciones de Millán son, entonces, archivos donde se consigna la evolución de un juego grupal, la negociación de un relato y las posibilidades intrínsecas a la construcción autoral colectiva, abierta, recelosa del genio individual y enfocada en el intento de comprender las señales del afuera, de juntarse con propósitos no instrumentales y de pensar una empatía crítica que se aleja de la condescendencia del discurso blanco y paternalista de la social practice impulsada por las instituciones culturales de ese reino ilusorio al que antes llamábamos Primer Mundo.

Victor Albarracin

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